jueves, 8 de abril de 2010

Página 17

Corres con todas tus fuerzas, pero el frío y la vida en las calles han minado tu salud. ¿Qué habrá sido de los dos luchadores? Seguramente ya estarán camino del hospital para ser curados de sus heridas. Bellas enfermeras les quitarán la ropa, los bañarán con esponja y agua tibia y les pondrán una pijama nueva. Más tarde, al anochecer, les servirán la cena con un vaso de vino del mejor y al verlos aseados y afeitados se darán cuenta de lo apuestos que en verdad son y se enamorarán de ellos. Sin embargo, no todo será un lecho de rosas, ya que deberán afrontar el juicio por haber peleado. Sus nuevas novias, las enfermeras, irán a presenciar el proceso con cara de sufrimiento y ellos dos se pedirán perdón frente al juez de la corte, quien al presenciar la buena voluntad de ellos dos, y tras el sincero testimonio de las dos enamoradas y rubias enfermeras, les perdonará. Enseguida, y sin dejar de derramar algunas lágrimas de emoción, ambos le pedirán al juez que los case con las enfermeras, cosa que ellas aceptarán encantadas. Luego irán a festejar con una gran cena en la que habrá pollo, vegetales frescos y más vino del mejor. Finalmente formarán familia con sus nuevas esposas y vivirán en la abundancia y el calor por el resto de sus vidas.

Pero tú no. Tú te agitas al correr y caes rendido en la entrada de un edificio. Por suerte has birlado a tiempo la botella de alcohol y te la bebes de un trago. El efecto es sedante y te quedas dormido.

Al despertar tienes una resaca horrenda y notas que ya es entrada la noche, así que te vuelves a tu colchón de cartón y ruegas que no hayan desaparecido tus viejas mantas. Pero al llegar compruebas que sí, que han desaparecido. Cansado, te acuestas de todos modos sobre los cartones desnudos esperando que el frío no te mate esa noche ni la siguiente. Es el precio por haber elegido mal.

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