jueves, 8 de abril de 2010

Página 25

La puerta es estrecha pero te las arreglas para introducirte por ella. Sólo lamentas no poder estar ahí cuando el guardia de seguridad abra la puerta del compartimiento decido a descargar su resentimiento contra ti y no encuentre a nadie. El pasadizo también es estrecho, por lo que al principio te ves obligado a andar en cuatro patas. Luego se amplía y se hace más luminoso.

Tras mucho andar llegas a un recinto caluroso, tanto que debes empezar a quitarte las ropas para nos desfallecer. El color rojizo aumenta la sensación de calor. El lugar es como una caverna con paredes de carne y parece vacío. Sonidos espeluznantes provienen de distintas partes. Gritas y sólo el eco de tu voz de la nada te responde. A poco de andar dando vueltas te topas con él, Satanás en persona.

–Estás en el Infierno-, te explica con amabilidad. –Tu vicio te ha condenado.

Intentas no comprender pero sabes que se refiere a la bebida. “Estoy frito”, piensas.

–Sin embargo-, dice él, –por la misericordia de Dios, aún puedes salvarte.

La cosa llama tu atención y decides escuchar más atentamente.

–Una última tentación deberás sufrir. Si la superas, al Cielo. Si no, el fuego eterno.

Con un estallido Satán desaparece y en su lugar lo hace una mesa, sobre cuya superficie hay una enorme botella de whisky del mejor. Has comprendido. Debes resistir. Pasan las horas y no sucede nada. Satán no vuelve y la prueba se te empieza a hacer demasiado larga. Pasa un día, quizá dos, antes de que tu paciencia se colme. Te levantas de tu rincón con violencia, a punto de tomar una decisión drástica.

Si decides beberte el whisky pasa a la página siguiente; si prefieres resistir pasa a la 28.

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