Ya no resistes más. La sed corroe tu garganta de viejo bebedor. Tomas la botella con desesperación y te la llevas a la boca. No has acabado de tragar tu primer sorbo cuando se encienden todas las luces y Satán se te aparece riendo de diabólica satisfacción. Automáticamente la botella se convierte en excremento en tu mano y por una puerta ingresan dos demonios espantosos con pinchos que te escoltan a las profundidades del Averno deseosos de sodomizarte.
Tu vicio te ha perdido, debiste pensarlo antes de empezar a beber.
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